Para este gran pensador, la sociedad debería adoptar un sistema socialista o, de lo contrario, dominarían los privilegios y la injusticia. Como es sabido, el socialismo de Bakunin no supone «poder político» alguno, sino «la organización de las fuerzas productoras» gracias a confederaciones. Se aboga, claro está, por una completa igualdad política, económica y social.
Hablamos, obviamente, de un socialismo sin Estado: el anarquismo. Bakunin se fija en la Revolución francesa, la cual debería haber traído la completa igualdad de los hombres, así como la libertad y la humanidad. Así, aquel gran evento supuso la conciencia de que la primera condición para la emancipación real del pueblo era un cambio radical en su situación económica. Para que no se dé lugar a equívocos, el ruso cita a Aristóteles, que recordó que el ser humano, para ser libre y humanizarse, debería estar liberado de las preocupaciones materiales de la vida diaria. El socialismo que propone Bakunin es sinónimo de una justicia fundada en la conciencia de cada persona y que puede ser expresada en una sola palabra: equidad. Esta justicia es el garante de la emancipación económica y social del pueblo, al igual que de su libertad política . Bakunin, hablando de la primera mitad del siglo XIX, realiza una distinción entre un socialismo revolucionario, representado por Cabet y Blanc, y un socialismo doctrinario, que tendría en Saint-Simon y Fourier a los dos autores más eminentes. Todos ellos, no obstante, acabaron cediendo al autoritarismo y acabaron confiando la vía socialista a la regulación; para Bakunin, solo hubo una excepción: Proudhon. El socialismo de
Bakunin bebe de forma evidente de Proudhon, se basa en la libertad, individual y colectiva, y confía en la acción espontánea de las masas libremente asociadas; la única ley que debía seguirse sería la de las ciencias sociales, una vez liberadas de la regulación gubernamental y de la protección estatal